Cómo los datos de los usuarios son recopilados en los eventos musicales

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En el dinámico mundo de la música en vivo, donde la emoción de la multitud y los ritmos pulsantes convergen, una fuerza imperceptible está dando forma silenciosamente a toda la experiencia: los datos de los usuarios. Mientras la industria de la música en vivo se esfuerza por desentrañar los misterios de las preferencias y hábitos del público, el viaje desde la compra de entradas en línea hasta el último sorbo de cerveza está pavimentado con estrategias de recopilación de datos. Sin embargo, la pregunta se cierne grande: ¿es esta una evolución necesaria o una intrusión en el ámbito privado de los asistentes a conciertos?

Primera parada: La compra de las entradas

La peregrinación comienza en el pago de las entradas, donde los asistentes entregan voluntariamente un tesoro de información personal. Ya sea navegando por el sitio web de un artista o optando por plataformas de venta de entradas como Ticketmaster, SeeTickets o StubHub, los asistentes al concierto revelan sin darse cuenta sus direcciones IP, proporcionando una instantánea de su ubicación aproximada. Evan Greer, director del grupo de defensa de los derechos digitales Fight for the Future, enfatiza la necesidad de legislación para protegerse contra la explotación de datos. Los compradores de entradas no solo entregan detalles de sus tarjetas de crédito, sino un expediente completo que incluye direcciones de correo electrónico, números de teléfono y, según informantes, incluso detalles como el desglose de género y grupos de ingresos.

Gran Hermano te vigila

Pero la feria de datos no concluye con la compra de entradas. Las cámaras de circuito cerrado tradicionales, pilares de la seguridad en eventos, ahora se han unido a la controvertida entrada de la tecnología biométrica. El reconocimiento facial, una innovación polarizadora, ha sido destacado tanto por sus aplicaciones de seguridad como por su potencial abuso en los EEUU. El uso del escaneo facial para protegerse de acosadores contrasta fuertemente con el presunto uso por parte del Madison Square Garden para identificar y expulsar a abogados involucrados en demandas contra el recinto. Esto desató un torbellino legal e encendió debates sobre las implicaciones éticas de tales prácticas.

Sin embargo el reconocimiento facial es solo la punta del iceberg biométrico. Algunos recintos en EEUU estaban utilizando la tecnología de Amazon palm-scanning, que se utiliza en las tiendas físicas de Amazon y consiste en que los usuarios acercan la palma de su mano a un lector para pagar, sin tener que utilizar tarjetas de crédito o sus teléfonos.

Artistas de alto perfil, incluidos miembros de Rage Against the Machine, han prometido boicotear recintos que utilicen tecnología biométrica, subrayando la creciente preocupación dentro de la comunidad artística. A medida que los recintos adoptan la tecnología con fines de seguridad y operativos, el delicado equilibrio entre innovación y privacidad se examina de cerca.

Más que consumiciones

Incluso en las barras y ferias de comida no es posible escapar el avance implacable de los datos. En la era de la pandemia, surgieron aplicaciones de pago sin efectivo por razones de seguridad, pero también sirvieron como minas de datos para el comportamiento del consumidor. Los datos recopilados se convierten en una moneda de cambio para patrocinios corporativos, arrojando luz sobre las preferencias y tendencias del público. Desde las elecciones de bebidas hasta las selecciones de merchandise, cada transacción contribuye a la narrativa en evolución de lo que desean los fanáticos.

La huella digital

Los festivales de música emplean pulseras RFID para agilizar la entrada y mejorar la seguridad. Sin embargo, su verdadero poder radica en los datos que encapsulan. Festivales como Coachella utilizan RFID para rastrear los movimientos de los asistentes, creando una huella digital que detalla su viaje a través del evento. Los asistentes pueden ser rastreados cuando están cerca de los puntos de rastreo en el recinto o cuando sus pulseras son escaneadas al entrar y salir de ciertas áreas. Estos datos pueden ayudar a desglosar el tráfico de personas en el àrea, lo que luego ayuda a los promotores de Coachella a planificar el futuro al evaluar quién atrajo a las multitudes más grandes o qué actuaciones podrían complementarse bien al programar escenarios y horarios.

Un balance entre datos e invasión de la privacidad

A medida que la industria de la música en vivo se sumerge más profundamente en el mar de datos, emerge una conversación crítica: encontrar un equilibrio entre la innovación y los valores democráticos. El llamado de Evan Greer a la protección legislativa refleja preocupaciones sobre el mal uso de datos, instando a los asistentes a conciertos a ser conscientes de la información que entregan. El delicado baile entre experiencias personalizadas y prácticas intrusivas subraya la necesidad de marcos éticos y un diálogo a nivel de la industria.

El papel de los datos del cliente está transformando la narrativa de los eventos musicales. El desafío por delante radica en armonizar la búsqueda de eficiencia con el imperativo de respetar la privacidad. El escenario está listo, no solo para el próximo gran concierto, sino para una conversación societal más amplia sobre los límites de los datos en la búsqueda del entretenimiento.