La controversia sobre el ‘Perfect Fit Content’ de Spotify

Desde el verano de 2017, el término «artistas fantasmas» o «artistas falsos» comenzó a circular en el mundo del streaming musical. En un momento en que las listas de reproducción de Spotify se estaban consolidando como una fuente clave de ingresos para músicos y sellos discográficos, surgieron acusaciones de que la plataforma estaba llenando sus playlists más populares con música de stock atribuida a artistas ficticios. La razón detrás de esta estrategia, según los críticos, era reducir los pagos de regalías. La periodista Liz Pelly hizo una investigación a fondo, para analizar este problema en su nuevo libro Mood Machine: The rise of Spotify and the costs of the perfect playlist.
El origen del fenómeno
En 2016, un propietario de un sello independiente en Nueva York alertó sobre la creciente presencia de estos artistas en playlists de gran visibilidad. Al principio, parecía una teoría conspirativa. Sin embargo, la acumulación de estas pistas «genéricas» comenzó a crecer. Meses después, estrategas digitales y músicos expresaron su preocupación de que el problema no solo afectara a ciertos géneros independientes, sino que se extendiera a toda la industria.
La controversia explotó en julio de 2017, cuando un artículo de Vulture revivió informes previos de que Spotify incluía en sus listas de reproducción de géneros como jazz, chill y piano pacífico música producida por compañías de stock bajo nombres ficticios. Spotify negó estar creando esta música, pero no desmintió que la estuviera utilizando. Esto avivó el interés de la prensa, y medios como NPR y The Guardian comenzaron a investigar.
El periodista David Turner demostró que listas como “Ambient Chill” habían reemplazado a artistas consagrados como Brian Eno y Jon Hopkins con pistas de Epidemic Sound, una empresa de música de stock. A pesar de la creciente polémica, el tema fue perdiendo relevancia mediática con el tiempo, especialmente tras la incursión de Spotify en los podcasts en 2019 y el lanzamiento del Discovery Mode en 2020, que permitía a los artistas sacrificar parte de sus regalías a cambio de una mayor promoción algorítmica.
La investigación sueca de 2022
En 2022, el diario sueco Dagens Nyheter reavivó la polémica. Comparando datos de streaming con documentos de la sociedad sueca de gestión de derechos de autor STIM, descubrieron que solo veinte compositores estaban detrás de más de quinientos artistas falsos y que sus canciones acumulaban millones de reproducciones.
Uno de los casos más notorios fue el de Ekfat, un supuesto productor islandés con una biografía elaborada que describía su formación en el “conservatorio de Reikiavik” y su asociación con el “legendario colectivo Smekkleysa Lo-Fi Rockers”. En realidad, no existía. Sus canciones eran creadas por Firefly Entertainment y aparecían en listas de reproducción como “Lo-Fi House” y “Chill Instrumental Beats”.
Pese a la creciente evidencia, en Suecia nadie quería hablar sobre el tema. Empresas de producción musical, sellos discográficos y hasta empresarios del sector evitaban hacer declaraciones, lo que aumentaba la sensación de encubrimiento.
Perfect Fit Content
Tras un año de investigación, Pelly descubrió que Spotify tenía un programa interno llamado Perfect Fit Content (PFC). Este consistía en acuerdos con compañías de producción para incluir música de stock en playlists populares. Un equipo de empleados se encargaba de seleccionar estas canciones para aumentar la proporción de reproducciones de música más barata y, en consecuencia, reducir los pagos de regalías.
El impacto de este programa es significativo. Músicos legítimos ven reducida su presencia en playlists clave, lo que afecta sus ingresos y visibilidad. Además, aquellos que aceptan grabar para PFC deben renunciar a ciertos derechos de regalías, perdiendo así posibles beneficios futuros. Para los oyentes, la situación es igualmente preocupante: el streaming se aleja de la música auténtica y se normaliza la inclusión de contenido anónimo y de bajo costo, erosionando la relación entre artistas y audiencia.
El caso de los artistas fantasma plantea preguntas inquietantes sobre el futuro de la industria musical. ¿Estamos ante un modelo en el que las plataformas priorizan la reducción de costos por encima de la autenticidad artística? Si las listas de reproducción continúan reemplazando artistas reales con música de stock, la diversidad y calidad del contenido disponible podría verse comprometida.
Mientras Spotify y otras plataformas de streaming buscan maximizar sus beneficios, el desafío para los músicos es mayor que nunca. La lucha por la visibilidad en un ecosistema dominado por algoritmos y estrategias comerciales obliga a repensar cómo los artistas pueden asegurar su lugar en el panorama digital. Lo que está en juego no es solo la remuneración de los músicos, sino el futuro mismo de la música como arte y expresión cultural.