Creadores de ChatGPT buscan desestimar demanda por infracción de derechos de autor
El mes pasado, la comediante y escritora Sarah Silverman (quien escribió «The Bedwetter» en 2010) se unió a varios otros autores en una demanda contra OpenAI por supuestamente entrenar a ChatGPT con sus obras sin pedir autorización.
OpenAI recientemente presentó una moción para desestimar con perjuicio cinco de las seis causas de acción de los demandantes, excluyendo la reclamación por infracción directa de derechos de autor, la cual OpenAI tiene la intención de «resolver como una cuestión de ley en una etapa posterior del caso».
Silverman, el escritor de «Ararat», Christopher Golden, y el autor de «Sandman Slim», Richard Kadrey, acusaron a OpenAI de negligencia, violación de la Ley de Derechos de Autor del Milenio Digital, así como de la ley de competencia desleal de California, entre otras cosas.
«Sin embargo, esas acusaciones malinterpretan el alcance del derecho de autor», escribió OpenAI con respecto a las alegaciones generales en cuestión, «al no tener en cuenta las limitaciones y excepciones (incluido el uso justo) que dejan espacio adecuado para innovaciones como los grandes modelos de lenguaje que ahora están a la vanguardia de la inteligencia artificial».
En su moción de desestimación, OpenAI expresó la creencia de que los demandantes no habían descrito la infracción directa, el derecho y la capacidad para supervisar la supuesta infracción, y el interés financiero directo necesario para demostrar la infracción vicaria.
La resolución de este caso tendrá implicaciones significativas en la industria de la música y el arte en general. A medida que la inteligencia artificial se convierte en una herramienta común para la creación y generación de contenido, la cuestión de quién posee los derechos de las obras generadas por IA se vuelve cada vez más importante. Si los tribunales deciden en favor de los demandantes, podría establecer un precedente que limite el uso de modelos de lenguaje entrenados con datos protegidos por derechos de autor, lo que afectaría no solo a las empresas de tecnología como OpenAI, sino también a músicos y artistas que utilizan IA en su proceso creativo.
Por otro lado, si OpenAI prevalece en este caso, podría sentar las bases para una mayor flexibilidad en la utilización de obras protegidas por derechos de autor en aplicaciones de inteligencia artificial. Esto podría abrir nuevas oportunidades para la creatividad y la innovación en la industria de la música y el arte, al tiempo que plantea preguntas importantes sobre la relación entre la propiedad intelectual y la tecnología.
Mientras se espera un veredicto, esta disputa legal plantea preguntas importantes sobre la intersección entre la creatividad humana y la inteligencia artificial, y cómo la ley debe adaptarse para abordar los desafíos emergentes en un mundo cada vez más digital y automatizado.