Spotify se está convirtiendo en el nuevo iTunes

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En el año 2003, mientras la industria sufría los estragos de la piratería impulsada por Napster, el CEO de Apple Steve Jobs le ofreció a la industria de la música algo a lo que no pudo resistirse: licencias para vender canciones individuales, pero a un precio tan bajo que pueda representar una alternativa viable frente a lo «gratis», y servidas en un formato que los usuarios aceptarán y no podrán copiar. Las discográficas saltaron ante este acuerdo, y las descargas a $1.00 se convirtieron en la nueva unidad de medida del negocio.

Al principio las discográficas se sintieron aliviadas de haber encontrado una respuesta ante la piratería rampante, sin embargo eventualmente llegaron a denegar de esta panacea una vez que se dieron cuenta de que Apple estaba utilizando esas descargas de canciones a $1.00 para impulsar el mercado del tan vendido iPod y luego del iPhone, y estaba cosechando la mayor parte del valor generado por esa música. Para entonces ya era tarde, la industria se había vuelto prisionera del ecosistema de Apple: gracias a la tecnología DRM, la única forma de vender música a los usuarios de iPods – el segmento de consumo de música más grande- era a través de iTunes, únicamente bajo los términos dictados por Apple.

Hoy en día, el streaming ha suplantando ampliamente a las descargas como el principal motor de ingresos de la industria, convirtiendo al DRM en algo irrelevante, e incrementando la ventaja de las discográficas sobre los proveedores de servicios digitales. Sin embargo la industria aún se encuentra en peligro de convertirse en prisionera de un ecosistema que no controla.

Las discográficas cometieron dos errores fundamentales en sus primeros acuerdos con iTunes. En primer lugar, dejaron que su fijación por combatir a la piratería les cegara ante la posible evolución del mercado para hacer los ajustes correspondientes a su modelo de negocio. En segundo lugar, permitieron a Apple definir y ser los dueños del DRM, lo cual permitió a Apple tener el control sobre la base de usuarios.

Actualmente el DRM no determina como los consumidores acceden y escuchan música, sin embargo otros factores tecnológicos están comenzando a ejercer una influencia similar en el comportamiento de los usuarios.

Con más de 100 millones de usuarios y 50 millones de suscriptores que pagan mensualmente, Spotify es el servicio de streaming dominante del mercado, a excepción de YouTube. Los $3.9 mil millones que Spotify pagó a la industria discográfica y editoriales en el 2016 representó el 23% del ingreso total de la industria de música grabada.

Aún cuando Spotify tiene competidores importantes como Apple Music, Amazon, Google Play, entre otros, la plataforma está logrando enganchar a sus usuarios de una forma similar a como iTunes tenía el control sobre los consumidores de música, gracias a su motor de recomendaciones cada vez más sofisticado, ejemplificado por sus listas Discover Weekly y Release Radar, las cuales cada vez más determinan lo que los usuarios de Spotify escuchan, y por extensión a qué música son expuestos a diario.

El peligro para la industria es que los servicios de streaming se convertirán en los centinelas que deciden los términos del éxito en el mercado, sin embargo en las recientes negociaciones con Spotify las discográficas pareciesen estar de nuevo más enfocadas en proteger posibles pérdidas que en alinear sus intereses de largo plazo con la plataforma. Por ejemplo, el «gran avance» anunciado por Universal Music en su reciente acuerdo de licencias con Spotify consistió en la posibilidad de restringir ciertos lanzamientos con el objetivo de proteger las ventas iniciales de un álbum.

En el largo plazo, descifrar cómo determinar lo que los usuarios de Spotify van a escuchar tendrá mucho más valor que determinar cuando pueden escucharlo.

Fuente: Concurrent Media